11/10/08

Esos personajes


Lo conozco desde siempre y lo entiendo casi nunca. Hemos pasado juntos de todo y aun no aprendemos nada. Esos personajes bonachones con aires de fin de semana somos mi amigo Alan y yo. No hay copa que se nos rinda ante nuestra risa de conversación de viejos amigos. Colegas de barrio y de penas de colegial, un día nos reunimos y hasta ahora no nos podemos escapar del humo, de un buen vino.

Épocas duras de cigarros con rápido fin, fueron tema principal de cada empinada de codo magistral en esa mesa que aguanto tantas horas de humo, cerveza y ron. Pasamos tiempos reunidos riendo de mujeres y llorando por ellas también, con la clara intención de acompañarnos el uno al otro por ese triste dolor de no saber que hacer con una mujer de falta corta y lengua muy larga.

Combinación perfecta entre aventura y sentimiento podría ser lema nuestro, pues lo que a el le falta a uno le sobra y viceversa. Los años pasaron y ni la distancia de residencia nueva pudo callar ese silbado que auspiciaba una emocionante y cómica reunión improvisada, un juego nuevo o fotos de alguna alma.
Nos robaron, nos emborrachamos y entramos a lugares oscuros como noche misma y buscamos aventura por menos precio de lo pedido. Pues que mejor que el “mejor amigo” para apoyarse en todo momento jodido o alegre que da esta confundida pero excitante vida nuestra. Los años pasarán pero a pesar de los cambios propios de la edad y de los amigos part-time que influirán en nuestras ideas jóvenes no dejaremos de ser los de siempre.

Molestos hemos estado, y para no mentir alguna vez hemos decepcionado esta amistad colosal con algún comentario fuera de lugar que hirió y acuchillo por segundos todos esos momentos pasados. Pero fue más el tiempo de amigo, que escapamos de esas molestias para celebrar que aun estamos para apoyarse mutuamente por encima de todo.
Mi amigo Alan con aura de fiesta y ritmo de salón siempre presta atención a las cosas que me pasan y yo siempre le busco con cuchara las cosas que lo torturan por no querer contar. Al final casi siempre alguna “oferta de cebada” calla toda falta de confianza y recitamos con risas y con cara de felicidad nuestros tristes problemas propios de la maldita soledad.

No habido fémina que se interponga en la amistad, ni par de piernas que produzca envidia entre los dos pues ya en el acuerdo de todo amigo las peleas por mujeres esta de sobra, y ni meterse con la familia.
Por demás esta aclarar que aun faltan vidas para celebrar lo bueno de esta combinación astral de juerga y concejos. Aun no esta plantado el roble del cajón que nos acogerá en el sueño eterno, y que historias, pasaremos muchas acompañados siempre como lo es hoy. Mi buen amigo Alan y yo.