Se enamoro de mi look de
presidiario, de las cartas que a diario le escribía yo. Se enamoro de este
flaco con ojos negros y mente en blanco, que escribía siempre lo
"mismo" sobre lo "distinto" del amor. Se enamoro de mis
palabras sin sentido, de lo que no tengo y de lo que aun no consigo. De mi mala
manía de olvidar recordar que el pasado paso. De mi paciencia sin ciencia y de
lo despistado que he sido y que aun soy.
Se enamoro de mi look de
naufragio. De las frases robadas que a diario, le regalaba yo. Se enamoro de
este turista en el planeta tierra, de mis "mil maneras" de resolver
una duda que termina en ecuación. Se enamoro de mis “crisis existenciales”, de
los malos modales que aun no logro superar a donde voy. De mi “no estoy” cuando
llegan los sobrinos. De mi amor por el vino y mi complejo de escritor.
Se enamoro de mi look de
comisario. De los chistes del “diario”, que a diario le contaba yo. Se enamoró,
no se por qué, de mi bien formada delgadez. De mis defectos, de mis
arrepentimientos y del compromiso eterno con mi fe. De mis viernes de amigos,
de mi gustos exquisitos cuando salimos a cenar. Se enamoró de mi mano en su
mano, de las cosas que le hablo cuando la suelo mirar. Se enamoro de mi look de
presidiario. Del amor que a diario, de alguna manera le llego a confesar.
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