
Con perfume de bar la encontré ahí volando en su cometa de humo, saltando de mesa en mesa entre Escocia y México con sus respectivas bebidas. Hermosa como siempre con su vestido rojo dolor con la vida gastada de ilusión hueca y amores de horas. Con el aura de ceniza y el alma dispuesta a perder la vida mientras el alcohol disfraza la realidad triste de sus noches. Estaba sola llena de compañía interesada, con vasos llenos de condición de algún beso oscuro de rostro desconocido.
Y ahí estaba yo, testigo de la magia negra de sus ojos café, rojos por dolor y alguna pastilla consecuencia de algún favor de cama. Le hable y solté la frase más trillada de su vida “ ... estas tan hermosa esta noche” y como milagro de fe, me respondió .... Camina conmigo. Con el miedo en la mano que bailaba de nervios con el cigarro que acogía, fui testigo de sus penas de pasado que impedían desde ya algún buen futuro ¿y que decir del presente? Que solo dura la mentira de un efecto alucinógeno.
Sentí la pena suya amarrada al amia. Se hacia más irónica su suerte, hermosa y con la vida destrozada por un amor que nunca fue. Así mientras regalábamos pasos y dejábamos en el camino a “borrachos” que perdían el alma con cada revuelta de estomago, decidimos detenernos y soñar con un futuro mejor. Le propuse engañar al Destino y escondernos de los lugares y las historias que la apresaban. Una sonrisa tan triste que partió mi corazón como cristal atraído por el suelo liso, nació justo al morir la intención de una palabra más de convencimiento.
Es muy tarde para mi... dijo. Mi Destino esta escrito en cada lágrima fría de cada amanecer. Ya no es costumbre ni pena, yo escogí morir cada noche rodeada de bulla de mesas y vasos estrellados con olor fúnebre de alcohol barato. Y así, me regalo los brazos y me abrazo como el Mar a la orilla de alguna playa, solo por un mínimo momento. Se perdió en la noche y regreso a su personaje de cariño prestado, de resaca con costumbre, a su aroma de bar y de esperanza marchita.
Solo sé, que cada noche cumple su condena sentada en la barra con un trago de compañero mudo y fiel. Al lado, la Fe muerta en el cenicero gastado de tiempo. Sola, engañada, con el aroma de bar en el aliento.
Y ahí estaba yo, testigo de la magia negra de sus ojos café, rojos por dolor y alguna pastilla consecuencia de algún favor de cama. Le hable y solté la frase más trillada de su vida “ ... estas tan hermosa esta noche” y como milagro de fe, me respondió .... Camina conmigo. Con el miedo en la mano que bailaba de nervios con el cigarro que acogía, fui testigo de sus penas de pasado que impedían desde ya algún buen futuro ¿y que decir del presente? Que solo dura la mentira de un efecto alucinógeno.
Sentí la pena suya amarrada al amia. Se hacia más irónica su suerte, hermosa y con la vida destrozada por un amor que nunca fue. Así mientras regalábamos pasos y dejábamos en el camino a “borrachos” que perdían el alma con cada revuelta de estomago, decidimos detenernos y soñar con un futuro mejor. Le propuse engañar al Destino y escondernos de los lugares y las historias que la apresaban. Una sonrisa tan triste que partió mi corazón como cristal atraído por el suelo liso, nació justo al morir la intención de una palabra más de convencimiento.
Es muy tarde para mi... dijo. Mi Destino esta escrito en cada lágrima fría de cada amanecer. Ya no es costumbre ni pena, yo escogí morir cada noche rodeada de bulla de mesas y vasos estrellados con olor fúnebre de alcohol barato. Y así, me regalo los brazos y me abrazo como el Mar a la orilla de alguna playa, solo por un mínimo momento. Se perdió en la noche y regreso a su personaje de cariño prestado, de resaca con costumbre, a su aroma de bar y de esperanza marchita.
Solo sé, que cada noche cumple su condena sentada en la barra con un trago de compañero mudo y fiel. Al lado, la Fe muerta en el cenicero gastado de tiempo. Sola, engañada, con el aroma de bar en el aliento.
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